A las 9 de la mañana nos encontramos en el bar Estadio de Estepona y salimos en 2 coches, ya que solo éramos nueve, hacia Casares por la Autopista del Mediterráneo A-7 (antigua N-340) en dirección a Algeciras . Al llegar a Sabinillas, giramos a la derecha tomando la carretera A-377, después de 20 minutos y justo antes de llegar a la carretera que nos llevaría a Casares, paramos en un aparcamiento sin asfaltar donde nos esperaban 2 compañeros.
En total éramos 11 senderistas. Ahora en 3 coches seguimos la carretera que conduce a Gaucín y después de aproximadamente 3 kilómetros dejamos a los compañeros y volvimos al aparcamiento donde dejamos dos coches, ya que aquí es donde terminara la ruta, en el tercero fuimos los 3 compañeros conductores, dejamos los coches y nos reunimos con los demás que nos estaban esperando.
La ruta empezaba a la izquierda de la carretera. Al principio vamos por una ancha pista de tierra que gradualmente desciende al valle del río río Genal. Por esta pista anduvimos contemplando las maravillosas vistas al valle del Genal, Gaucín y las colinas que la rodean y a lo lejos Gibraltar. A la izquierda pudimos ver el cerro de la Pellicosa donde se encuentran los restos de la ciudad romana de Lacipo. Pasada una verja y continuamos andando, vimos ovejas y vacas pastando y hablamos con un lugareño que nos confirma que vamos por el buen camino para llegar al valle del Genal. Hicimos una corta parada a la sombra de unos árboles para tomar fruta, un refresco o un tentempié y descansar unos minutos. El camino no era llano pero tampoco empinado y las subidas y bajadas eran graduales y cómodas.
Llegamos a la orilla del río Genal y aquí nos hicimos la foto de grupo con la bandera del club.
Al poco de pasar el río, torcimos a la izquierda encontrando un camino asfaltado y cuesta arriba bastante abrupto en algunos tramos. Se hacía un poco difícil por el calor que empezaba a apretar. Anduvimos una hora, aproximadamente, por el asfalto hasta desviarnos a la izquierda por un sendero que también seguía hacia arriba, pero este era más fácil por no estar ya en el asfalto sino en tierra.
Cuando vimos unos árboles con frondosas hojas nos resguardamos del sol debajo de ellos y descansamos unos minutos. Después nos encaminamos hacia Lacipo, subiendo por cuestas y terraplenes increíblemente abruptas, incluso con riesgo de resbalarnos mientras subíamos agarrándonos a piedras, rocas y ramas de arbustos que afortunadamente no se rompieron y las rocas no cedieron así que llegamos todos sanos y salvos a la cima, entonces comprendimos que la subida había merecido la pena.
Desde esta atalaya las vistas eran impresionantes a lo largo de 360 grados.
La ciudad romana de Lacipo fue un enclave militar que desde su privilegiada situación dominaba la panorámica de los alrededores y seguramente era un lugar de paso para el comercio.
Las excavaciones arqueológicas han demostrado la existencia de un recinto amurallado seguramente entre los siglos I a. C al siglo I.
Después de disfrutar de este enclave tan especial caminamos entre las ruinas, comimos y descansamos.
Posteriormente iniciamos el descenso, que no fue difícil, siguiendo una senda que se unió con la que habíamos dejado para subir a Lacipo. Pasamos por casas de campo con numerosos perros ladrando y en aproximadamente 10 minutos llegamos a la carretera y al aparcamiento donde previsoramente habíamos dejado 2 coches. En mi coche llevé al conductor del coche que habíamos dejado al inicio de la ruta. Los demás siguieron en los otros dos coches hasta Estepona.
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